La única e indiscutida responsable de mi ingreso al universo infinito de los juegos de mesa modernos fue una cajita negra, con un conejo espectral en la tapa, que contenía las cartas de un misterioso juego llamado The Mind.
En tiempos de confinamiento pandémico, presa de un fatal aburrimiento, me puse a buscar en internet juegos de mesa novedosos con envío a domicilio que nos llenaran el tiempo libre de diversión y desafíos. Fue así que un día, a través de la rendija del buzón, entró a mi casa mi juego más querido, el que nunca me falla, el que no dejo de recomendar y el que en unos días vuelve a estar a la venta en Uruguay.
Este pequeño y poderoso juego me tuvo fascinada, sin poder parar de jugarlo, durante mucho tiempo y, hoy por hoy, vuelvo a él cada vez que intento maravillar a alguien con una mecánica lúdica.